jueves, febrero 08, 2007

Un mundo simple… hecho por gente complicada.

Esa es una frase que un querido amigo usa amenudo… y la verdad es que describe el mundo de un modo sencillo, claro y totalmente correcto.

Nunca me cansaré de reivindicar lo simple ante lo complejo, de pedir sencillez ante la avalancha de pedantería, memeces y soberbia en la que, día si día también, nos sumimos en este tercer milenio.

Hoy ojeaba unos apuntes y me ha llamado la atención el comprobar cómo, una y otra vez, se usan perversiones del lenguaje para parecer más ilustrado, más diligente o más entendido en uno u otro tema, transformando las cosas sencillas en jeroglíficos solo comprensibles por unos pocos, y a duras penas.

No importa cuánto se sepa de algo, sino cuanto se parezca saber del tema, si se usan tecnicismos, eufemismos y perífrasis debe ser que se sabe un montón, y si encima se acotan términos propios ni te cuento.

Los mayores divulgadores de la historia de la humanidad tenían un talento, y ese talento no era asimilar las cosas más rápido que los demás (que también) sino el ser capaz de explicar las cosas complejas de tal modo que cualquiera con un mínimo de formación pudiera entenderlas y aprovecharlas.

Al parecer las disciplinas de letras se sienten de algún modo inferiores a las de ciencias, y dado que estas últimas utilizan un lenguaje propio se debe acotar también uno para las mal llamadas “humanidades”, así la parte teórica de unos apuntes de economía se hace tan absolutamente críptica que nadie no versado pueda entenderla, cuando en realidad la parte “teórica” debiera ser la más sencilla de entender para cualquiera.

No pretendo abogar por una simplificación hasta el absurdo, lo que pretendo decir es que si algo puede hacerse sencillo no debe hacerse complejo, la botella debe ser transparente para que podamos ver qué demonios hay dentro de ella. Si envolvemos las cosas en capas y capas de lenguaje pedante y pretencioso solo conseguiremos que nadie nos entienda… lo que, lamentablemente, en los tiempos que corren parece ser el objetivo de muchas personas que, de no ser por eso, serían excelentes comunicadores y pozos de sabiduría donde las nuevas generaciones podrían encontrar soporte, ayuda y guía.

Einstein decía “Si tu intención es describir la verdad, hazlo con sencillez y la elegancia déjasela al sastre” y cualquiera que haya leído su Teoría general de la Relatividad comprobará que se puede chocar de frente contra las matemáticas (que fue lo que me pasó a mí) pero el lenguaje es simple, llano y perfectamente comprensible, Einstein sabía que su teoría era genial, no necesitaba envolverla en chorradas, sino que fuera sencilla y comprensible en la medida de las posibilidades de cada uno.

Supongo que todo el tema viene derivado de la absoluta inseguridad que rodea nuestro tiempo que a su vez es fruto de la obsesiva competitividad en la que vivimos. Hay que ser más listo, más guapo, más rápido que el de al lado… luego nos quejamos de cosas como la intolerancia, la incomprensión y la insolidaridad, sin darnos cuenta de que todo es fruto de lo mismo…

Y de nuevo concluyo en lo que siempre concluimos el amigo antes citado y yo cuando nos embarcamos en estas conversaciones, el problema es de educación, no de desarrollo.